QUE SE EXTIENDE AL PENTECOSTES

Si Ud. nos ha leído hasta aquí, se preguntará: "¿Por cuánto tiempo han existido los adventistas? Si han estado haciendo tanto en el mundo ¿por qué no se ha oído más de ellos?"

Los adventistas del séptimo día tienen una historia fascinante. En realidad, les gusta rastrear su linaje hasta el Pentecostés. En su espíritu, sus enseñanzas y sus objetivos sienten una afinidad muy grande con los cristianos de la iglesia primitiva. Su sábado es el sábado del Nuevo Testamento. Su esperanza en el advenimiento de Cristo es la misma que alentaba el corazón de Pedro, de Santiago y de Juan. Su enseñanza con respecto al bautismo por inmersión es idéntica a la creencia y a la práctica de los primeros discípulos. Lo mismo puede decirse con respecto a su solemne pero sencilla celebración de la Cena del Señor.

Ud. recordará que en los primeros siglos de la era cristiana comenzó una gran apostasía. La gente de entonces se apartaba de las normas de justicia según las enseñaron los apóstoles e iba permitiendo cada vez más que las costumbres y tradiciones paganas se mezclaran con las doctrinas y la vida de la iglesia. Con el tiempo, estos elementos se impusieron tanto que la verdad -y quienes la sostenían- fueron pisoteados.

Entonces vino la edad oscura, cuando el justo parecía estar siempre en el patíbulo y el malhechor en el trono. A ello siguió una terrible persecución durante la cual centenares de miles de los que trataban de vivir en armonía con los principios de la verdadera  iglesia de Jesucristo fueron martirizados. Muchos fueron quemados en la estaca o encerrados por el resto de la vida en celdas horribles. Oscuros y malos fueron aquellos días; sin embargo, la verdad nunca se extinguió por completo. Siempre, aquí y allí, algún individuo, o algún grupo  de cristianos fervorosos, mantuvieron viva la fe pura, y la pasaron a sus hijos.

La historia registra el hecho de que a través de todos aquellos siglos terribles siempre hubo quienes amaban la Biblia, guardaban el séptimo día, el sábado, como día de reposo y atesoraban en el corazón la esperanza del advenimiento de Cristo. No se llamaban adventistas del séptimo día, por supuesto; pero eran los verdaderos sucesores de los cristianos primitivos, que guardaban los mandamientos de Dios y tenían la fe de Jesús.

Al comienzo del siglo XIX ocurrió un gran reavivamiento en el estudio de la Biblia, tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo. Había desaparecido ya el espíritu de la edad oscura, y con él se habían acabado también las persecuciones. Se pudo aprovechar entonces la libertad y el nuevo día que la Reforma había traído para la humanidad.

Espontáneamente, como reencendida por el cielo mismo, la esperanza adventista comenzó a resurgir en varias partes del mundo. De 1800 a 1844 no solamente en Norteamérica, sino en muchas partes de Europa, Asia, Africa y Sudamérica, en base a   un estudio profundo de las Escrituras proféticas, fue surgiendo la convicción de que el regreso de Jesús se acercaba.

En un período, entre 1830 y 1844, centenares de clérigos de la Iglesia de Inglaterra predicaban desde sus púlpitos esta doctrina. Aparecieron entonces docenas de libros y periódicos dedicados a la proclamación de la pronta venida del Señor en gloria y majestad.

En relación con este movimiento recordemos nombres hoy familiares como los de Eduardo Irving, cuya predicación fervorosa de este tema sacudió al Londres de la década de 1820; a Enrique Drummond, un miembro prominente del Parlamente que exponía las profecías; a Eduardo Bickersteth, uno de los fundadores de la Alianza Evangélica; a Alejandro Keith, un clérigo de la Iglesia Libre de Escocia, cuyo libro acerca de las profecías fue publicado por primera vez en 1828, del cual se hicieron después cuarenta ediciones; a Horacio Bonar, predicador escocés e himnógrafo, a quien debemos muchos de nuestros himnos preferidos.

Estos son sólo algunos de los hombres extraordinarios que por entonces fueron precursores de la causa adventista en Gran Bretaña. Fueron los adventistas de hace un poco más de cien años. También lo fue Jorge Miller, un famoso filántropo de Bristol, cuyo orfanatorio comenzó como una expresión de su fe.

Acerca de la extensión de este reavivamiento adventista de entonces se tiene noticia en el libro de Lord Macaulay titulado Ensayos críticos e históricos en el cual leemos :"Muchos cristianos creen que el Mesías establecerá pronto un reino en la tierra, y que reinará visiblemente sobre todos sus habitantes. Si esta doctrina es ortodoxa o no , no lo discutiremos aquí. Es muy grande el número de personas que la sostienen, y entre ellas algunas se distinguen por su rango, riqueza y habilidad. Se la predica desde los púlpitos de las iglesias escocesa y de Inglaterra. Nobles y miembros del Parlamento han escrito en su defensa (tomo 1, pág.306,307)

En Holanda, el adventismo fue auspiciado por el distinguido Dr. Hentzepeter, conservador del Museo Real de La Haya. Alemania fue grandemente sacudida por Hengstenberg y otros, y el movimiento se extendió por toda Rusia. En Escandinavia se produjo un reavivamiento extraordinario mediante el ministerio de los niños predicadores que explicaban las profecías aunque aún no habían aprendido a leer. Aquello agitó el país desde un extremo al otro.

Ya hacía un tiempo que en Sudamérica estas verdades estaban siendo analizadas por la clase acomodada de la época, siendo sus exponentes más notorios Ramos Mejía en Argentina, y el sacerdote jesuíta chileno
Miguel Lacunza, quien bajo el seudónimo de Ben Ezra, escribió el difundido libro "La venida del Mesías en gloria y majestad".

El mensaje también fue llevado al Africa por José Wolff, hijo de un rabino judío, educado por la Iglesia Católica, que llegó a ser misionero de la Sociedad para Difusión del Cristianismo entre los Judíos. Como tal, proclamó la segunda venida de Cristo en Palestina, Egipto. Afganistán y hasta en el Tíbet: una realización asombrosa para aquel tiempo.

Mientras tanto, en Estados Unidos surgió un movimiento similar dirigido por Guillermo Miller, un agricultor que se dedicó a la oración y al estudio de las profecías bíblicas y que llegó independientemente, a la misma conclusión que miles de otros en el Viejo y Nuevo Mundo , de que la segunda venida de Cristo estaba cerca. Abandonó su finca y se dedicó a predicar, con el resultado de que en pocos años se había producido un reavivamiento en todo el país. Varios pastores de las iglesias bautista, presbiteriana, congregacionalista y episcopal comenzaron a predicar con entusiasmo el mismo mensaje. Las congregaciones adventistas se levantaron en más de 1.000 lugares y sus miembros alcanzaron a unos 50.000

Estos adventistas fervientes del siglo XIX cometieron el error de fijar una fecha para el retorno de Jesús a la tierra. Tratando de interpretar la profecía de los 2300 días que se encuentra en Daniel 8:13,14, se convencieron de que la segunda venida del Señor ocurriría en 1844. Se habían equivocado, no en el cómputo de la profecía (que era correcto), sino en el evento que habría de suceder al fin del período. En realidad, esa profecía de los 2300 días (o años proféticos) no debía extenderse hasta la segunda venida de Jesús, sino hasta la crisis que habría de ocurrir en "el tiempo del fin" (véase Daniel 8:17) En este momento el santuario del cielo sería purificado y la verdad, por largo tiempo "echada por tierra"(véase el versículo 12), debía surgir en toda su pureza primitiva a fin de ser proclamada como testimonio para toda la humanidad.

Naturalmente, al pasar el año 1844 sin que viniera Cristo, hubo un gran chasco. Aunque muchos perdieron todo interés en la religión, otros conservaron su fe, siguieron creyendo en la Biblia y teniendo confianza en las profecías y promesas de Dios. Buscaron la verdadera explicación para el aparente retardo de Cristo, y la encontraron. Con el descubrimiento, les vino una nueva esperanza u un nuevo propósito.

En esta forma, después de mucha oración, estudio de la Biblia y escudriñamiento del corazón, nació el movimiento del segundo advenimiento.

Sobre este grupo de cristianos adventistas devotos brilló la luz del cielo. La Biblia se convirtió para ellos en un nuevo libro, y en sus páginas descubrieron verdades que nunca antes habían considerado siguiera. Vieron la ley de Dios en su relación verdadera con el Evangelio; escucharon el desafío de predicar "los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" al mundo entero.

Habiéndose determinado a ser fieles a Dios y a su palabra costase lo que costara, se propusieron guardar el séptimo día de la semana, el sábado, como día de reposo. Así , en 1844, en el mismo tiempo en que indicaba la profecía, la verdad del sábado que por mucho tiempo había sido pisoteada, se levantó a su propio lugar y desde entonces ha estado siempre junta con la verdad del segundo advenimiento de Cristo.

Es sumamente significativo el hecho de que estos dos fundamentos de la fe cristiana- la creencia en la segunda venida de Cristo y la observancia del verdadero día de reposo, el sábado, ambas por mucho tiempo eclipsadas por el error y la tradición-, fueran restituidos simultáneamente. Como dos corrientes de verdades, cubiertas durante siglos por una acumulación de enseñanzas falsas, reaparecieron de pronto, así como los ríos del desierto que reaparecen kilómetros más abajo como vertientes. Unidas en el Movimiento Adventista del Séptimo Día, corrieron juntas, destinadas finalmente a alcanzar a cada nación, tribu, lengua y pueblo de la faz de la tierra.

Entre los primeros adventistas guardadores del sábado que surgieron  del gran despertamiento espiritual de la década de 1840, se encontraban Jaime White, José Bates y Elena G.Harmon. La última llegó a ser la talentosa y mundialmente conocida autora, Elena G.de  White. Consagrada a Dios desde su juventud, ella permaneció siendo la consejera de confianza del movimiento adventista por más de setenta años, hasta su muerte, en 1915. Si Ud no ha leído aún ninguno de sus libros, le recomendamos "E l camino a Cristo" del cual se han distribuído varios millones de ejemplares en decenas de idiomas; también "El deseado de todas las gentes", un estudio abarcante de la vida de Cristo. Le gustarán mucho también "El ministerio de curación", "Patriarcas y profetas" y por su puesto, su obra más conocida, "El conflicto de los siglos".

Cuando Ud. haya examinado estos libros y notado cuán fieles son a la Biblia y con cuánta autoridad tratan los diversos temas, convendrá en que es un esfuerzo literario prodigioso para alguien que no asistió a la universidad, ni siquiera a la escuela secundaria. Muchos creen que la Sra. de White escribió con sabiduría más que humana. Lea Ud. uno de su s libros y decídalo por sí mismo.

Los pioneros adventistas del séptimo día eran pocos y muy pobres. Cuando comenzaron a predicar no tenían organización ni propiedad denominacional alguna, ni ganaban sueldo. Literalmente, vivían por la fe mientras se dedicaban de todo corazón a enseñar la verdad que creían y amaban. Sus comodidades eran muy escasas y sus medios de viaje muy restringidos; además su mensaje era impopular. Con todo, persistieron en lo que creían que era un misión asignada por Dios, aceptando como reto divino estas palabras de Apocalipsis 10:11 :"Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes".

Alrededor de 1863 su número había alcanzado a 3.500, todos en Norteamérica. Para 1900, ya eran más de 75.000, En 1965 se habían excedido a 1.500.000, esparcidos en 190 países e islas del mundo. Hoy en día, a 135 años de su organización, han experimentado un aumento explosivo hasta 10.000.000 de feligreses, un 75% de los cuales se encuentra fuera de Norteamérica.

He ahí, en breve, la historia de sus amigos, los adventistas. Verdaderamente constituyen un pueblo que tiene una gran herencia, recibida de fieles seguidores de Cristo desde los tiempos apostólicos. Consideran hermanos suyos a todos los que fueron campeones de "Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" a través de las edades. A todas esas almas en las cuales ardía la bendita esperanza del advenimiento, les extienden la mano de reconocimiento.

La misma mano la extienden a Ud. ¿No la estrechará ahora y dirá: "Yo también estoy con Uds."?

Ahora póngase del lado de la verdad y la justicia. Resuelva que, suceda lo que sucediere, Ud. servirá al Señor de todo corazón, desde ahora hasta la eternidad.


Ultima actualización : 04.10.09