QUE GUARDA LOS MANDAMIENTOS DE DIOS


Siempre oirá Ud. que los adventistas constituyen un pueblo que acata las leyes. Por lo general, figuran entre los ciudadanos más responsables de cualquier comunidad. Creen en la ley y el orden, y apoyan el buen gobierno.

Hay una razón para esto: es enseñanza básica de la Biblia el que cualquiera que profese amar a Dios debe guardar sus mandamientos; y el guardar los mandamientos de Dios induce naturalmente a observar todas las buenas leyes humanas y las relaciones correctas entre el hombre y  sus semejantes.

Muchos olvidan hoy que Jesús hizo de la obediencia a la ley una prueba del discipulado;  pero lo hizo. "Si me amáis- dijo-, guardad mis mandamientos.. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor"( San Juan 14:15; San Juan 15:10)

El apóstol San Juan , escribiendo varios años más tarde, repitió la misma verdad en estas palabras: "En esto conoceremos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos su s mandamientos. Que este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos" (1ª San Juan 5:2,3)

Algunos piensan que por el hecho de profesar amor a Cristo se liberan de toda otra obligación: que al aceptar la gracia de Dios quedan libres para obrar como les plazca. Los adventistas del séptimo día no encuentran esto en las Sagradas Escrituras. Creen que la aceptación de la gracia divina hace que el hombre tenga una compulsión mil veces  mayor a obedecer a Dios, pero una compulsión no por la fuerza, sino por el amor. El verdadero amor se revela en la obediencia: trata de complacer, satisfacer, servir; nunca produce dolor ni tristeza mediante conflicto de propósito. Por consiguiente, los que aman a Dios tratan de acatar su ley. Al proceder así, se encontrarán en armonía también con las buenas leyes de los hombres.

Es verdad que el apóstol San Pablo dijo : "No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia", pero añadió :"¿Qué , pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera"(Romanos 6:14,15) El estar bajo la gracia no es una excusa para pecar, sino una razón más para actuar rectamente. Nuestra aceptación del don de Dios de la salvación no nos autoriza para quebrantar su ley. Por el contrario, la contemplación de su amor infinito debe inducirnos a implorar que él nos escriba su ley en la mente y el corazón a fin de nunca pecar contra él.(Hebreos 10:16)

¿A qué ley se refiere el Señor en esta promesa del "nuevo pacto"? Dios solamente tiene un código moral. No ha tenido requerimientos para la gente que ha vivido en una época de la historia, y normas distintas para sus hijos que hayan vivido en una era posterior. No tiene, por ejemplo, normas para el Antiguo Testamento y normas para el Nuevo Testamento. Sus normas de justicia no cambian de un año a otro, de un siglo a otro, ni de una época a otra. "Yo Jehová no cambio", dijo el Creador al profeta (Malaquías 3:6) La marca que trazó entre el bien y el mal hace miles de años permanece todavía en el mismo lugar. Es inconcebible que Dios pueda cambiar en lo más mínimo. Dijo Jesús : "Ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido" (San Mateo 5:18)

Cuando Ud. compra una propiedad, ésta tiene límites definidos en el título de propiedad que se le otorga. Nadie se atreve a cambiar esos límites, pues una modificación tal es una falta muy grave.

Lo mismo sucede con los Diez Mandamientos. Establecen los requerimientos morales para la humanidad entera a través de toda la historia. Marcan los límites de la justicia en un mundo malo, y nadie puede cambiarlos o alterarlos. Es verdad que pueden quedar ocultos por la negligencia, la indiferencia, y la falsa enseñanza, pero permanecen de todas maneras en su posición. La ley del Señor es tan eterna como su Creador. Dijo el Salmista :"Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos"(Salmo 119:89) ¡Cuán verdadero! La ley de Dios, establecida en el cielo y afirmada en la tierra, no puede ser cambiada por nadie.

Consideremos ahora estos Diez Mandamientos como los encontramos en el pasaje de Exodo 20:1-17. Son los preceptos que los adventistas tratan fervorosamente de cumplir, por la gracia de Dios. ¿Hay algún otro código tan claro, tan sencillo, tan compresible que discierna tan bien los pensamientos y las intenciones del corazón? ¿Se ha detenido Ud. alguna vez a pensar cuán perfectamente se adapta a nuestro tiempo , cómo reprende el desprecio de las leyes: la ambición desmedida, la codicia, la incontinencia de esta generación mala?

¿Ha notado Ud. cómo pide alto al ritmo desenfrenado de la vida moderna, a la multiplicidad de los divorcios y a la delincuencia juvenil?

"Dios habló todas estas palabras", se nos dice, y el trueno de su voz retumba desde las edades en estos últimos días.

1.- "No tendrás otros dioses delante de mí"

En este primer mandamiento Dios pide la devoción completa de un corazón no dividido. En lo que toca al afecto y el culto que le debemos, no aceptará rivales : ni oro, ni fama, ni ambición que finalmente puedan excluirlo de nuestros pensamientos. El debe ser supremo. Jesús expresó eso en forma admirable :"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas "(San Lucas 10:27)

¡Necesitamos este mandamiento hoy cuando hay tantos dioses que solicitan nuestra lealtad e interés? ¿No debiéramos redescubrir esta marca limítrofe para ver cuánto nos hemos apartado de ella?

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I.- "No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo , ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto. Yo soy el Señor Dios tuyo, el fuerte, el celoso que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, de aquellos, digo, que me aborrecen; y que uso de misericordia hasta millares de generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos"

En este mandamiento Dios da más énfasis aún al derecho que tiene sobre nuestro corazón. El no puede compartirnos con otro, y no lo hará. ¿Por qué? Porque sabe que las normas morales que adoptemos serán las del ser a quien adoramos. Si nos inclinamos ante una imagen esculpida más bien que ante un ser espiritual, nuestro culto se tornará mecánico, nuestra religión se hará material y el corazón se nos volverá tan duro como nuestro dios.

¿Se necesita ahora este mandamiento? ¡Y cuánto se lo necesita, no sólo en países paganos, sino en muchas tierras cristianas! Se lo necesita para amonestarnos contra toda forma de idolatría. Ningún objeto material, ni imitación de la divinidad, debe apartarnos de nuestra devoción a nuestro Señor y Creador.

I
II.- "No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios: porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo".

El propósito de este mandamiento es impedir que el hombre arruine la belleza y sinceridad de su culto con conversaciones frívolas o gestos irreverentes. Nadie puede adorar bien a Dios mientras menciona con trivialidad las cosas sagradas.

¡Cuánto se necesita este mandamiento hoy cuando el aire está lleno de blasfemia y el precioso nombre de Jesús es el más irrespetuosamente manoseado por las multitudes! Todos cuantos incurran en esa irreverencia, deben recordar que el Señor "no dejará...sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo".

I
V.- "Acuérdate de santificar el día de sábado. Los seis días trabajarás, y harás todas tus labores. Mas el día séptimo es sábado, o fiesta del Señor Dios tuyo. Ningún trabajo servil harás en él, ni tú, ni tu hijo  ni tu hija, ni tu criado, ni tu criada, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus puertas o poblaciones. Por cuanto el Señor en seis días hizo el cielo y la tierra, y el mar, y todas las cosas que hay en ellos, y descansó en el día séptimo; por esto bendijo el Señor el día del sábado, y le santificó".

Detrás del cuarto mandamiento había un plan, un plan maravilloso, para mantener el conocimiento de Dios siempre supremo en la mente del hombre. Como recordativo perpetuo de su omnipotencia, revelado en escala majestuosa en la creación del mundo, Dios separó no una montaña, ni una pirámide, ni un monumento metálico que pudiera en sí mismo convertirse en objeto de adoración, sino un período de tiempo, el séptimo día de la semana. Este memorial debía durar "de generación en generación"(Salmo 135:13) Tenía que permanecer desde el comienzo del mundo hasta su fin. Cada séptimo día, los hombres debieran pensar en Dios y recordar su poder, su gloria, su infinito amor y su compasión.

Era un plan maravilloso. Si el hombre lo hubiese seguido,  nunca se habría tornado idólatra ni ateo. La obvservancia del santo sábado habría mantenido inalterable la lealtad del hombre hacia Dios y su culto puro, sin contaminación alguna.

¡Qué tragedia que se haya olvidado el sábado!

¿Hace falta hoy el sábado? ¿Necesitamos recordar a Dios en esta hora en que la humanidad tiende a olvidarlo? ¿Es preciso detenernos para descansar en medio del frenesí de la vida moderna? ¿Es buena esta relajación para nuestra salud física y para la preservación de nuestros conceptos espirituales? ¿No son obvias las respuestas?

V.- "Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años sobre la tierra que te ha de dar el Señor Dios tuyo"

Hasta este punto, los mandamientos se referían al deber del hombre hacia Dios. De aquí en adelante, presentan su deber hacia sus prójimos. Los primeros cuatro preceptos nos dicen cómo debemos amar a Dios de todo corazón, con toda la mente y todas nuestras fuerzas; los últimos seis nos ordenan amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos.

La segunda parte de la ley, apropiadamente, comienza con la responsabilidad del hombre hacia sus padres, a quienes debe "honrar". El núcleo de este mandamiento es una palabra, una sola palabra: pero ¡cuánto abarca de respeto, cortesía, amabilidad y cuidado!. Implica hacer caso a sus consejos, tratarlos con  deferencia debida y atenderlos en la vejez.

¿Se necesita hoy este mandamiento? ¿Alguna vez en la historia fueron tratados los padres con tanta indiferencia por los niños y los jóvenes, y sus consejos fueron ignorados tan totalmente como en esta generación rebelde? Hay excepciones, por supuesto; pero la tendencia general es obvia para todos. El Apóstol San Pablo predijo que en los últimos días habría una epidemia de desobediencia a los padres, y que la gente carecería de "Afecto natural". Ese tiempo, no cabe duda alguna, ha llegado.

VI.-  "No matarás"

Algunos interpretan esto como si dijera :"No cometerás asesinato", pero de cualquier manera el propósito es el mismo: magnificar el valor del individuo, hacer que todos los hombres vean cuán preciosa es una sola alma a la vista de Dios. Este mandamiento, cumplido correctamente, reduciría la lucha humana a un mínimo, eliminaría toda crueldad física y mental de unos hacia otros. Derribaría el fundamento de todos los poderes dictatoriales y totalitarios, civiles o religiosos, y haría cesar la inhumanidad del hombre para con el hombre.

¿Se necesita esto ahora? Cuando el crimen abunda por todas partes y hay tanta dictadura en tantos países, ¿necesitamos preguntar?

Los adventistas creen, además que este mandamiento rige la relación del individuo consigo mismo en lo que atañe a su salud. Quien introduce en su organismo alcohol, tabaco, estupefacientes o cualquier sustancia que perjudique la salud y dañe el cuerpo, lo transgrede, porque con ello inevitablemente acorta sus vida hasta en varios años. El hombre moderno comete abusos contra su cuerpo e incurre en toda clase de excesos, todo lo cual tiene por resultado el enviarlo prematuramente a la tumba. Los adventistas procuran comprender los alcances profundos del mandamiento que dice "No matarás", y tratan de compartir sus valiosos hallazgos con los que desean escucharlos.

VII.- "No fornicarás"

Este mandamiento condena cada pensamiento y acto inmoral. Quienes abusan del divorcio y cultivan una familiaridad indebida entre los sexos deben considerar el comentario que Cristo hizo de este texto :"Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (San Mateo 5:28)

¿Se necesita hoy día este mandamiento? Cuando de cada cuatro matrimonios uno se disuelve, cuando los diarios están llenos de crónicas acerca de crímenes sexuales, ¿quién se atreve a negarlo?

VIII.- "No hurtarás"

La esencia de este requisito es la honradez, no solamente en los negocios, sino en todas las relaciones del hombre para con su prójimo. Establece el derecho da la propiedad privada al mismo tiempo que da énfasis al hecho de que este derecho es universal. Pone en evidencia el hecho de que Dios espera de todos un trato justo; que el cobrar en exceso o dar de menos le resulta igualmente repugnante. Nadie puede robar la tierra, el dinero o el buen nombre de su prójimo sin desagradar a Dios.

¿Se necesita ahora este mandamiento? Cuando el robo y la estafa son tan comunes y descarados, cuando tanta gente trata de recibir lo máximo posible al ofrecer el mínimo servicio, la respuesta es palmaria.

IX.- "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo"

Lo que Dios requiere aquí es la verdad, en palabra, en pensamiento, en mirada, en acción: la verdad en el corazón y en el semblante. La falsedad de cualquier clase es una abominación a Dios. Ningún mentiroso puede vivir en su presencia, ni entrará en la nueva Jerusalén. Los cuentos triviales, el chisme mentiroso y los informes infundados que pueden perjudicar a un prójimo son igualmente odiosos para el Dios de la verdad.

¿Se necesita este mandamiento en este tiempo? Cuando la verdad ha caído por tierra, cuando millones ni se preocupan , cuando dicen falsedades y el perjurio es tan común aun en los tribunales, ¿necesitamos preguntar?

X.- "No codiciarás la casa de tu prójimo ni desearás su mujer, ni esclavo, ni esclava, ni buen, ni asno, ni cosa alguna de las que le pertenecen".

El último mandamiento es en cierto sentido el más abarcante de todos, porque la codicia, como el amor al dinero, es la raíz de todos los males. Aquí Dios escudriña el corazón humano y coloca el dedo en la fuente misma del mal.

¿Se necesita esto hoy? ¡Y cuánto se necesita cuando las multitudes se encuentran en fermento por ninguna otra razón que el deseo de obtener las posesiones de otros!

Estos son los mandamientos de Dios que los adventistas se proponen reverenciar y tratan de obedecer. No se proponen hacerlo por sus propias fuerzas, por supuesto, sino con la ayuda de Dios. No lo hacen para su propia gloria, sino para la gloria de Dios; no porque sean "legalistas", sino porque aman al Señor y desean hacer su voluntad.
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¿Es esto razonable? Pareciera que sí, pues los caminos de Dios tienen que ser los mejores. "Sus mandamientos no son gravosos"(1a San Juan 5:3) Su observancia no puede menos que producir felicidad, contentamiento y seguridad.

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En lo más íntimo, Ud. prefiere los caminos de la vida propuestos por Dios. Sí, por supuesto que sí. Entonces ¿por qué no los sigue? ¿Por qué no le dice ahora mismo que Ud., desea hacer su voluntad; que Ud. anhela hacer lo recto y vivir en armonía con sus preceptos; que Ud. desea su ayuda para lograr esto?

Si Ud. procede así, puede estar seguro de una cosa: que no se encontrará solo. Sus amigos, los adventistas, lo acompañarán en su gran decisión.
Ulltima actualización :04.10.09